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El amor desenterrado y otros poemas
Jorge Enrique Adoum

Poesía
Segunda Edición, 1995
98 págs.

Este libro junta cuatro grandes poemas. El mejor Adoum está en ellos. Los cuatro hablan del amor y del tiempo. Pero el primero, El amor desenterrado, deslumbra y sobrecoge. Es un texto luminoso hecho de erotismo y horror metafísico. Asomado a ese insólito descubrimiento arqueológico de Sumpa: aquellos dos esqueletos trabados en el acto amatorio, sorprendidos así por la muerte y la eternidad, Jorge Enrique Adoum, en versos libres que llevan, sin embargo, el eco de cadencias clásicas, medita y recrea la brutal paradoja que todo amor entraña: los contradictorios sentimientos de finitud y eternidad.

Cuál de los dos murió primero

Callando ante la verdad de los cuerpos que dialogan

En esta antigua tragedia anterior a la tragedia antigua,

Porque cómo se hace –avisen, habría que decírselo a todos–

Para morir juntos sin desclavarse,

Interminable hazaña nupcial no repetida

Porque desde entonces ya no supimos cómo.

 

Cuál pudo ver en el otro, espiándole por partes, la agonía,

En qué momento se truncó el arco que describe el deseo

Antes de terminar con el vencedor besando agradecido la ingle

En despedida

Y quedarse así con la pierna detenida para siempre en el viaje a la

Entrepierna

(lentitud de quienes adueñándose del gozo se adueñaron del

tiempo)

Por donde pasa el viento áspero de la península con sus toallas

De arena

Cada mañana después de cada noche de ese ensayo general de los

Actos del acto.

 

(¿O fue un acto inacabado,

Palabra que la muerte detuvo en la primera sílaba,

Tantas veces repetida por nosotros hasta ahora y tartamuda,

Creyendo cada vez que es una muerte pequeñita,

Contentos como quienes bailan esas danzas

Cuyo origen ritual han olvidado?)

 

Amaos por favor, seguid amándoos

Vorazmente insatisfechos por los siglos de los siglos de los

Siglos,

No desateis la inicial inmemorial amarra

Porque qué nos restaría de esta amorosa e insolente estatua,

Ni cómo iríamos a comprobar que álguienes se amaron

Si de pronto estos huesos polvo fueran,

Deshaciéndose en la tardía sacudida del espasmo

Cien siglos después de haber comenzado apenas a tocarse con los

Dedos los labios

Y nos quedáramos así sin pruebas

De que existió la eternidad un día.