No
será fácil
que me olvide cómo conocí a
Diego Cazar. Fue en un bar
que se partía con una
banda de rock en la que él
era su atrayente voz principal.
Años más tarde,
seguimos compartiendo abrazos
y guitarras; su talante se
mantiene entusiasta y generoso
cuando de canto y lírica
se trata. Y es esta última
afirmación de sus sentires
lo que hoy aprieta más
aún los nudos de amistad
que a él me ligan, convirtiéndolos
en abierta admiración.
El
medio centenar de trovas
que el lector aquí tiene
en sus manos –y que Diego
divide en penetrante trilogía– tienen
la fuerza de asegurarnos una
segunda y más degustaciones.
Unas son dibujos de sonidos
en la más pura palabra
del sentido; musicales provocaciones
dirigidas a nosotros: ubres
de las urbes. Otras serán
versos concebidos como verdaderos
cantos al amor entre galas
a la poesía primitiva.
La
letra de Diego es conspiradora,
coloquial y cotidiana o bien,
una subversiva convocatoria
vestida con una fina levita
color de antipoema. Los sastres
negligentes nunca llegan
al extremo de enredar su
lengua con la crueldad de
la gente, pues cohibido el
bosque púbico
todo es más púdico.
Así que no se diga
más, aquí dentro
ya todo está escrito.
Y será muy difícil
que lo olvide.
Diego
Ernesto Cazar Baquero (Quito,
1977). Comunicador social,
autor del poemario Más Caras tras Máscaras (2002). Miembro del colectivo
artístico Locomotrova,
con el cual ha presentado varios
recitales poético-musicales
en distintos escenarios del
Ecuador, entre ellos Urbanus,
Jacinta y el Perro del mendigo,
La luna detrás de la
lluvia. Ha escrito para varios
medios impresos del Ecuador
en calidad de reportero y como
colaborador, y ha sido parte
de numerosos proyectos musicales,
entre ellos Amén, la
BB Band y Expedición.
Parte de su obra poética
ha sido recogida en una compilación
de obras hispanoamericanas
editada por la Editorial Nuevo
Ser, de Buenos Aires-Argentina.