Joaquín
Gallegos Lara (Guayaquil, 1991-1947)
es, al mismo tiempo, escritor y
personaje. Mentalizador del Grupo
de Guayaquil, su “líder” natural,
querido por todos, se mantuvo,
sin quererlo, pegado a su obra.
O, mejor: su obra no ha sido vista
con independencia de él.
Sin embargo, su escritura es autónoma,
válida por sí misma.
En vida publicó solamente Los
que se van, como coautor y Las
cruces sobre el agua. Después
de su fallecimiento se publicaron
sus cuentos completos, los que
abarcan un período que se
extiende de 1930 a 1946 (La última
erranza), pero la mayoría
de los cuales corresponde a la
década de los años
treinta. El presente volumen –al
que hemos bautizado La última
erranza los incluye a todos,
aunque unos pocos rebasen el
decenio al que nos hemos venido
refiriendo.
De cualquier manera, en estos
textos asistimos a un cambio
en la tesitura
narrativa de Gallegos Lara, violenta
y hasta truculenta al principio –siempre
con gran calidad (“¡Era
la mama!”, por ejemplo)–,
honda y sosegada al final –sin
dejar de ser violenta, pero ahora
con una carga profunda y desolada– como
en “El guaraguo” o
esa “Última erranza” que
ya hemos mencionado. Gallegos abría
su realismo, sin duda, y eso se
ve aquí, en estas páginas. |