Quiero creer
Ensayo
Hemos sido educados para narcotizar nuestros pensamientos. Para que, como rebaño, aceptemos cualquier balido que provenga de afuera. Saber es, muchas veces, aceptar sumisamente aquello que garantiza al ser humano una calma chicha y sedentaria.
La duda también tiene su historia. Es la historia de la herejía o de la disociación de la conciencia. Quien duda lo piensa dos veces o mil antes de lanzarse a la vida como quien sale de su casa viringo y sin defensas. En asuntos religiosos, la fe es una elección que nos lleva casi siempre al cielo de la certidumbre. Es el antídoto al deambular disidente que, si bien desgarra el corazón y descorazona la conciencia, le proporciona a su protagonista una liberación redentora, un camino prometéico contra el principio de autoridad dogmático y, por tanto, unidimensional.
Quiero creer es un ensayo angustioso y burlesco de un hombre mayor que se atreve temerariamente a rasgar su propia colcha sabiendo que en su infancia y juventud apenas había defendido el derecho al pataleo y que ahora , en el umbral de la tercera edad, se las ve con la muerte y el olvido.A caballo entre la investigación académica y la biografía, su autor despliega sobre el tablero de su desconchada computadora, un periplo que empieza con su infancia pueblerina, continúa en el Seminario conciliar de Popayán y se topa, años después, con un libro maldito de un coterráneo suyo: La puta de Babilonia, de Fernando Vallejo. Entonces, sin lugar a dudas, la duda hace metástasis y se lo engulle.
Perdura lo que perece
Poesía
Estimado lector, usted está frente a un texto que de entrada pareciera congraciarse con la idea de que todo es vano e inútil, pasto de olvido; pero termina, como quien teje estos signos, encontrándose frente a un ser para el amor y la nostalgia, un humoroso que estira los labios en sonrisa irónica, tan solo para disimular que se le cierran los ojos con la piedad de quien entiende que tanta belleza, tanto amor, tanto resquicio palpado por su ser y su palabra, son inexorablemente, fugaces: empecé a darle a mi nostagia un lugar ilimitado (Berea City). Por supuesto, su ars poética confirma mis apreciaciones previas: el lenguaje está hecho para ocultar nuestra mirada y el silencio, para festejarla (hablar para decir algo).
Enhorabuena por este libro maduro, totalitario, que nos permite respirar sobre el lomo del caos, para corroborar por segunda, tercera y enésima vez, que la poesía es nuestra gran oportunidad sobre la tierra.
Iván Ulchur Collazos, colombiano, de Timbio, Cauca, (1950) obtuvo su Ph.D en literatura hispanoamericana en University of Texas en Austin, 1986.
Ha publicado el ensayo: Imágenes de la violencia. Teatro de Enrique Buenaventura. Quito USFQ, 1989. Un libro de minicuentos: Muerte profunda más allá de la ilusión. Quito USFQ, 1992. El texto de ficción: Magnuscritos, Quito, Abrapalabra, 1994. El libro de ensayos: García Márquez: del humor y otros dominios, Eskeletra, 1997. Una novela: Las no veladas vidas de Magnus Shorter, Quito, Norma 2004. El poemario: Perdura lo que perece, Quito, Editorial El Conejo, 2010.
Fue columnista de la revista El conejo del diario El Comercio, y del diario Hoy para el que ahora colabora esporádicamente. Ganó el primero y tercer puesto del concurso de cuento organizado por el grupo literario La rueda. Universidad del Cauca, Popayán, Colombia, 1978. Obtuvo el segundo puesto en el primer concurso nacional de microcuento, organizado por Libri mundi y diario Hoy, 1990, Quito. Ha publicado poemas y cuentos en revistas nacionales e internacionales.
Reside en el Ecuador desde 1987 y enseña literatura en la Universidad San Francisco.